¡Qué tristeza hay en
mi rancho! ¡Cómo le duelen las aguas
que quedaron en el
cielo! Y él le canta a su manera
al verde que una vez
fuera.
Son gemidos
plañideros, los cantos que allá se escuchan,
está llamando a las
lluvias que eran sus compañeras
y su vida en hojas
nuevas.
Él apoya sus dolores
en el esfuerzo del fresno
y el arresto de las
hierbas, de esperanza enajenada,
que avizoran la luz
de las madrugadas.
Que puedo decirle al
rancho para que no se me muera
si yo me arrastro más
que él, con sus dolores adentro
oyendo el silbar
bajito de sus lamentos.
Ya vendrán tiempos
mejores si resucitan tormentas,
esas que están
escondidas en los cerros, tras los soles,
y mojarán a los
cocos y la copa de los molles.
Ya vendrán esas cosechas de risas y de bullicios
y estaremos todos
juntos, aquellos que siempre amamos
el haber vivido adentro…
de sus días calmos.
Publicado en mi libro "De la espera a lo esperado". 2011
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