A un sobrino especial: Santiago.
Jinete blanco te decía
y tu niñez se deleitaba
de ser jinete y de ser blanco
y tu blanca fantasía se llenaba
de corceles y centauros.
Y yo, ajeno a esa dicha,
te seguía así llamando
sin intuir siquiera lo importante
que eran para ti esas palabras.
De connotación viril y valerosa
perduraron con el tiempo
mientras crecían con los años
todas las virtudes varoniles
de ese niño que era para mí
casi como un hijo.
Y hoy veo con orgullo, tras el tiempo,
que sigue siendo muy jinete y muy blanco.
Publicado en mi libro "De la espera a lo esperado". 2011
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