El
aljibe de los abuelos
en la
casa de mis veranos
es un
recuerdo seco.
Nunca
tuvo agua en mi recuerdo
y sólo
decoraba el patio de tierra.
Y me
llega bella esa presencia
dentro
del aire ardiente
y de la
arboleda honda y constante
del
patio y del jardín contiguo.
Como la
lenta marcha del caracol
se va
yendo la memoria
y va
borrando al viejo aljibe,
siempre
seco,
rodeado
de tierra y enmarcado
por esa
línea recta y verde del jardín
y el
muro de ligustros.
Mas
debo recordarlo como a la luz
cálida
y misteriosa de una hoguera
para
que en el albor de las madrugadas
evoque
mis raíces lúcidas proyectadas
hacia
el cielo sin brumas que avizoro.
Publicado en mi libro "De la espera a lo esperado". 2011
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