Me cubría un musgo ceniciento
desluciendo mi existencia
y la escondía
como a una sombra gastada.
Mas supe que hay
sombras que pueden
alumbrar sombras más
oscuras
y que si el canto del
zorzal madruga
abandonando lo
protector del nido,
ocupará todos los
espacios
y llenará todos los
vacíos.
Y se levantaron mis brazos
plasmando el sentir del alma
y dejé a tu risa habitar mis horas.
Publicado en mi libro "De la espera a lo esperado". 2011
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